Detroit, ciudad fantasma
La ciudad de las bocinas, la música y el sueño americano. Detroit comenzó siendo un asentamiento francés. Más tarde perteneció a Estados Unidos y empezó a ser conocida por la fabricación de hornos y de puros. Durante el primer cuarto del siglo XX fue apodada “Motor City” y en 1920 contaba con hasta 130 empresas de automóviles. Aquellos gloriosos días quedan muy lejos. Desde finales de la década de 1950 las fábricas han cerrado, una tras otra. Detroit, ciudad fantasma desde entonces, poco a poco ha ido evolucionando a un estado de letargo económico que hoy sólo puede proporcionar servicios básicos gracias a donaciones privadas. Los coches dieron la fama a Detroit; conocidas firmas como Packard, Chrisler, Ford, General Motors o Cadillac actuaron como imanes que atraían gente en busca de trabajo y una vida mejor en Detroit. Llegaron miles, de América y de otros países. Su población aumento de la década de 1920 a 1950 y su florecer económico la convirtió en una ciudad moderna y atractiva. En 1950 ya poseía unos 2 millones de habitantes, edificios suntuosos, Opera, transporte público, parques y muchas opciones de ocio; y una fe inquebrantable en el poder del capitalismo. Hoy, a simple vista es como el resto de ciudades, pero la realidad es muy diferente. La competencia frente a los coches japoneses y europeos, más baratos, la subida del crudo, la recesión y la crisis financiera de 2008 han obligado a cerrar cientos de fábricas en los últimos cincuenta años. Donde hubo 2 millones de habitantes ahora son setecientos mil; y la mitad está en paro.