Gracias por fumar
Nick Naylor es el jefe de prensa de una gran compañía de tabaco. Como buen lobista, se esfuerza astutamente por defender los derechos de los fumadores enfrentándose a la cultura del neopuritanismo dominante. Naylor se reúne semanalmente con sus amigos y colegas de profesión que trabajan para las industrias de las bebidas alcohólicas y de las armas; en broma, se autodenominan los “mercaderes de la muerte” o “The MOD Squad”. Mientras los grupos de defensa de la salud se rebelan, apoyados por el persistente y vehemente senador Finistirre que comienza a legislar influyentemente contra la industria tabacalera, Nick Naylor pasa a la ofensiva ocupando las relaciones públicas del consumo de cigarrillos a la vez que comienza a preocuparse por la clase de imagen que está mostrando a su hijo pequeño Joey y el impacto de ésta para el desarrollo de su educación y futuro. Mientras las campañas contra el tabaco y el número de fumadores jóvenes desciende dramáticamente, el lobista del tabaco sugiere influir sobre los actores de Hollywood, la mayoría de los cuales son fumadores, para que convenzan a sus directores de hacer sus películas fumando durante las escenas, como se hacía en tiempos anteriores en el cine. Así es como el gran jefe de la tabacalera, “el Capitán”, lo envía a Los Ángeles a negociar por la colocación de su marca de cigarrillos en las próximas películas.